LA CONCIENCIA TRANSPERSONAL


 

La Conciencia Transpersonal

@motivaciyabiznesuspeh


 

Hasta hoy se ha considerado que la conciencia es un resultado de la actividad física del sistema nervioso del ser humano; sin embargo, la misma ciencia se está acercando a lo que siempre se ha tratado en la sabiduría antigua ancestral. Se comienza a aceptar que la conciencia es absolutamente fundamental. Que habita en el cosmos, y a partir de ahí se encarna en nosotros.

 

Este razonamiento nos lleva a que la conciencia transpersonal es el principio y el fin de nuestra existencia. O dicho de otro modo, trasciende el principio y el fin.

 

Stanislav Grof en el libro «La Revolución de la Conciencia» plantea una observación muy interesante:

«A menudo sucede que revivir el nacimiento biológico tiende a facilitar en el inconsciente colectivo el acceso a imágenes y experiencias de una violencia y derramamiento de sangre inimaginables. La gente revive las atrocidades que se cometieron en el pasado durante las guerras, las cámaras de tortura de la Inquisición o los campos de concentración. Cuando los procesos de autoexploración alcanzan este nivel, la experiencia se vuelve traspersonal y la historia de uno se funde con la historia de la especie. A menudo, quienes comienzan un proceso terapéutico evidencian que no se están curando solo ellos, sino que ese beneficio también repercute en el campo de la conciencia colectiva».

 


 

Todo ello conduce a plantearnos: ¿Cómo actuar en beneficio de la humanidad? O bien, con un trabajo exterior basado en el activismo o mediante un cambio de conciencia profundo. Ejemplo de esto es la comunidad experimental hindú Auroville (basada en la espiritualidad), que está convencida de que si una masa crítica de individuos se concentra en un determinado asunto, esto afectará al grupo. O como en la India, que creen que los yoguis que meditan en las cuevas del Himalaya pueden influir de manera positiva en la situación mundial. Sea lo que fuera, lo que sí es irrefutable es que la experiencia meditativa colectiva permite que se accedan a estados alterados de conciencia. 

 

Vemos a muchos personajes públicos que se denominan «filántropos» y que hablan con mucha retórica temas como la erradicación del hambre en el mundo. Dicen hacer donativos de miles y miles de dólares y al mismo tiempo se compran diamantes enormes que, para ello, se han destrozado familias enteras de tribus africanas. Y todo esto solo por el protagonismo. ¿Esto realmente ayuda a la erradicación del hambre o lo fomenta? Porque de esta manera solo se está trabajando el egocentrismo: la base principal de todas nuestras miserias humanas. 

 

La única manera de alcanzar un cambio verdadero en nuestras sociedades es recomponiendo nuestras maneras de pensar, sentir y actuar, sin la necesidad de hacer nada, ya que el solo hecho de ser genuinamente uno, crea naturalmente un efecto. Si dejo de querer demostrar no sé qué cosa, necesitaré poco porque lo tendré todo. Eso mismo hará que haya más recursos para los demás, por lo que no tendré ninguna necesidad de donar nada.

 

Hace unos años, Ram Dass* sostuvo en el congreso anual de la Asociación de Psicología Transpersonal (APT) que lo más importante que podíamos hacer para contribuir al bienestar mundial era la realización de un trabajo interior sistemático que nos condujera a una transformación profunda de nuestra conciencia. «Si un número considerable de personas alcanzan una masa crítica, el mundo podría cambiar» – aseguró. Así mismo evitaríamos enfocarnos en diversas actividades como boicots, manifestaciones multitudinarias, protestas, etc, que solo empeoran las cosas. Los movimientos contrarios al sistema son parte del mismo. Lo fomentan. Lo imprimen.

 

En este congreso, diametralmente opuesto, intervino Daniel Ellsberg*, un activista pacifista que había divulgado los planes secretos de los círculos militares americanos. Sostuvo que lo único que podría transformar nuestras sociedades sería un activismo férreo. Si bien la discusión comenzó desde dos posiciones contrarias, con el pasar del debate se fueron uniendo. Ram Dass admitió que luego de un cambio interno profundo era necesaria la práctica de nuestras convicciones. Mientras que Ellsberg aceptó que, sin este cambio profundo, sería imposible cambiar verdaderamente las cosas.

 

Con todo esto llegamos a la conclusión de que un cambio auténtico en nuestra manera de percibir al mundo es el principio de todo cambio. Y para que algo sea genuino deberá estar acompañado de la coherencia a través de la puesta en marcha. Y volvemos otra vez a la Sagrada Trinidad*.