Máscaras
MÁSCARAS
En el teatro griego, después en el romano, – también en el tibetano – un actor iba adquiriendo distintos roles y para ello intercambiaba unas máscaras con las que se tapaba la cara. A medida que se enmascaraba se le incorporaba automáticamente el carácter de su nuevo rol. De hecho, el significado etimológico de persona deriva del latín: personare, y quiere decir “sonar a través de”, mientras que, en griego, prósopon (persona) significa máscara.
Sin darnos cuenta, en el día a día, interpretamos distintos roles. Somos padres, hijos, empleados o jefes, compradores, vendedores, estudiantes, profesionales, etc, etc, etc; y para cada situación adquirimos las características de dicha representación. Lo que nos ayuda a sobrellevar nuestra actividad y desempeñarla exitosamente. Carl G. Jung da a conocer este fenómeno como el arquetipo del personaje, cuya naturaleza es la de enseñarnos ciertas cualidades en esta escuela que es la vida. No somos de la misma manera cuando estamos frente a nuestros padres que cuando interactuamos con nuestros hijos, como tampoco somos los mismos frente a nuestra pareja o a nuestro jefe. Con lo cual, esa máscara es beneficiosa ya que, gracias a ella, podemos desenvolvernos y relacionarnos.
El problema surge cuando nos identificamos con la máscara. Es cuando aparecen las personalidades: estas etiquetas que se nos pegan al cuerpo y que, después, no podemos despegar. Nos olvidamos de lo más importante y nos convencemos de que somos la careta. Como muchos actores que afirman que han sido devorados por el personaje. ¿No se han encontrado con frases como – es que soy celoso, o soy trabajador, o miedoso…? De hecho, hay quienes se han llenado de falsas creencias que siguen a rajatabla.
Las máscaras son el elemento más importante del carnaval de Venecia. Surge en 1480, para que la nobleza pudiera divertirse como el pueblo. Así podían entremezclarse con la gente sin ser reconocidos. Sin su estatus, por un rato, se olvidaban de sus títulos y podían, al fin, reírse con toda la cara.
Supongo que lo más inteligente será usar la máscara en nuestro favor, para desenvolvernos en determinadas experiencias sin perder la consciencia de que no somos la careta, que es solo la herramienta que nos permite desenvolvernos asertivamente.
Yo uso el personaje de viajera cuando estoy en la carretera, y es gracias a ello que llego a mis destinos; pero una vez llegada, me saco esa máscara, a veces me pongo otra, a veces no, como cuando me cambio el traje según la situación, o cuando me desnudo. Otras veces, me pongo en la piel de escritora relatando mis anécdotas o pensamientos, y salgo del papel cuando mi trabajo ha terminado. Porque, afortunadamente, termina. ¿Se imaginan seguir viajando sin carretera o seguir escribiendo sin razón? ¡Sería absurdo!
Lo que soy poco tiene que ver con escritora o pensadora, como tampoco soy mis kilómetros recorridos en la ruta, el chico que me acompaña, ni mi casa con jardín. Soy Laura, y ni siquiera… ese solo es mi nombre. Tampoco soy valiente ni miedosa, inteligente o tonta, tranquila o nerviosa, buena o mala. Soy de mil maneras, según el momento y según la ocasión; sin atarme a las rejas, costumbres o dogmas. Soy un espíritu aprehendiendo, como puedo, una experiencia humana.
Soy un verbo,
y lo que me hace serlo es saberlo.
VER MÁS IMÁGENES