Así habló Zaratustra
Zaratustra, con sus enseñanzas, reforma las creencias practicadas en la zona. Con la adoración a Ahura Mazda*, se implementa el monoteísmo: el paradigma del momento.
Los últimos zoroastrianos en Cham – Yazd, Irán.
Los últimos zoroastrianos de Irán se encuentran en Yazd. Allí se mantiene el Templo del Sol: el Atashkadeh*, donde se halla el fuego que se eterniza generación tras generación.
Torres del viento. Cham, Yazd.
Cham, Yazd.
Cham, Yazd.
Cham, Yazd.
Cham, Yazd
Torre del Silencio. Cham, Yazd.
Torre del Silencio: construcciones funerarias prohibidas hace ya 50 años.
Cham, Yazd.
En «Así habló Zaratustra», Nietzsche* nos cuenta que el profeta se había retirado de todos, y de todo, durante diez largos años. Pasado este tiempo, decide descender las montañas para reencontrase con la humanidad, así como Prometeo, con el fuego recién robado del Olimpo.
«Cuando el profeta llegó a la primera ciudad, situada al borde de los bosques, encontró en el mercado a la muchedumbre esperando la función del volatinero, y les dijo:
-Yo les enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo? ¿Queréis volver al animal en lugar de superar al hombre? (…) Frente a la luz de lo que podríamos ser, lo que somos es algo irrisorio. Nos estamos comportando como un mono imitador.
¿Ansía la razón llegar al saber, así como el león ansía su presa?»
Friedrich W. Nietzsche
Nietzsche inmortaliza «Más allá del bien y del mal»: una frase llena de sentido, también enseñada por Lao Tse y Confucio en la milenaria China; o por Sócrates, Platón y Aristóteles cuando en la antigua Grecia ya hablaban de la tercera fuerza: el equilibrio. Nos llega en sutras del budismo, o también, algo más moderno, cuando «la conjunción de los opuestos» aparecía en indescifrables manuscritos alquímicos como en el Rosarium philosophorum; o bajo las enseñanzas de Cristo, y también, como no, personificada en profetas como Zaratustra, o sabios como Rumi, Gurdjieff, entre otros.
Atashkadeh: el Templo del Fuego. Yazd. Irán.
Recordemos que Nietzsche nació a mitad del siglo diecinueve. El materialismo era el modelo filosófico de una Europa fragmentada en ideologías. Después de la revolución francesa se entra en un nuevo paradigma donde lo espiritual se deja a un lado y comienza a instalarse esta creencia material de que somos solo un cuerpo. Premisa que tomará fuerza más tarde con el marxismo y la ciencia, adentrándonos en un momento de decadencia cultural y espiritual. Y Nietzsche se rebela a eso: a esta ignorancia del ser; y nos muestra lo otro, lo que Occidente ya había olvidado.
Encarnándose en Zaratustra: el profeta de los persas, supera en vida y obra las limitaciones de la ignorancia. Nos plantea la necesidad de caminar hacia el superhombre para convertirnos en un Mahoma, Cristo o el Buda. Nos impulsa, con nuestra comprensión, a estar más allá de los opuestos y de todos los ismos que hoy nos gobiernan. Rescata del olvido enseñanzas claves para nuestra evolución y se convierte en el filósofo más incomprendido de la historia.
El mismo Aristóteles nos acerca esta misma enseñanza. En su estudio del «justo medio», nos enseña que el coraje, por ejemplo, es el justo medio entre el miedo y la temeridad. Siendo el miedo la inacción, la temeridad la acción sin medir las consecuencias, mientras que la valentía es una acción gobernada por la consciencia.
Nietzsche retoma las enseñanzas de viejos maestros. Cuestiona si existe realmente un estado A o un estado B. ¿O se trata de integrarlos? ¿O se trata de integrarnos?
Porque, rompiendo esta dualidad, seguramente hallemos lo que se encuentra más allá del bien y del mal: el superhombre. El tema nuclear de la gran obra «Así habló Zaratustra».