Yazidíes en peligro de extinción
La primera vez que escuché hablar de los yazidíes fue al sur de Turquía. Y recuerdo que me llamó la atención una insólita costumbre: en la ciudad sagrada de Lalish: su principal centro religioso, ellos deben andar descalzos, como para no corromper su Tierra.
Lalish, norte de Irak.
Lalish, Irak.
Lalish, Irak.
En una escena de la película «Encuentros con hombres notables», Gurdjieff observaba, perplejo, el maltrato de unos niños a otro, que no podía abandonar un círculo trazado en tiza en el suelo. Ese otro niño era yazidí. Como tantos yazidíes que hoy no pueden salir de un campo de refugiados.
Campos de refugiados yazidíes en Irak.
Campos de refugiados yazidíes escoltan las carreteras en Irak. Han sido demonizados por el estado islámico y muchos están convencidos, hasta hoy, que son adoradores del demonio.
La historia de Nadia Murad (Premio Nobel de la Paz – 2018) es uno de los tantos ejemplos de lo que sucede a diario solo por ser yazidí: una minoría que no alcanza el millón de seguidores repartidos alrededor del mundo.
Son originarios de la Mesopotamia, de hecho, fue la religión oficial kurda hasta el siglo séptimo. Lo que los diferencia, probablemente, es que los yazidíes no se han sometido a la conversión y, por eso, son los perseguidos entre los perseguidos.
Son adoradores de Melek Taus, un ángel nacido de la luz de Dios. Obtuvo el título de ángel pavo real, y es por esta premisa de ángel caído que fueron etiquetados como luciferinos, y así fueron demonizados. La excusa perfecta para el ataque de parte de los fundamentalistas islámicos. Los yazidíes= el chivo expiatorio.
Adoran a muchos santos, y a otros ángeles, y eso es haram* para el islam donde Alá es el único Dios. Creen en la eternidad del alma y en aquel recuerdo inconsciente que hace que intimemos con ciertas personas. Posiblemente el símbolo de pavo real provenga de aquí. En el cristianismo más primitivo, este animal era el icono de la inmortalidad porque su carne parece no descomponerse.
Su vínculo con lo natural está omnipresente en su día a día. Reconocen lo sagrado de la naturaleza. En sus rituales siempre usan los cuatro elementos y sus días festivos son los solsticios y equinoccios. Serê Salê es su año nuevo, se da con el comienzo de la primavera. Es su principal celebración, en la que conmemoran la creación: la renovación de la vida. Durante todo el mes de abril, no aran la tierra, no ordeñan ganado ni someten a ningún animal. No se casan porque la mayor de todas las novias es la Pacha Mama. Absorben la naturaleza y, así, el mundo revive.
Lalish, Irak.
Su religión es muy curiosa. Existe un Dios inactivo: el Dios Supremo Yasdan (está en un nivel tan elevado que no se le puede adorar directamente). Según sus creencias, esta divinidad suprema se convirtió en los siete grandes ángeles. El primero, y líder, es Melek Taus: el ángel pavo real que, sobrevolando los mares, arrojó una perla, nacida de su propia esencia, y así nació la Tierra, las estrellas y todos los planetas. Esta entidad espiritual es el ejecutor activo de la voluntad divina.
Los otros seis ángeles ayudaron a Melek Taus en su trabajo. Poco después, la Tierra comenzó a temblar y el gran pavo real, con sus siete colores, bajó al planeta y aterrizó en Lalish: el lugar más sagrado para el yazidismo. A partir de allí, la dotó de sus colores, flora y fauna, y viajó al Edén, donde se encontró con Adán que, para entonces, carecía de alma. Fue cuando le sopló el aliento de la vida y ya, después, creó a Eva.
Para los yazidíes, la descendencia de la primera pareja de la humanidad no viene a partir de un encuentro sexual. Melek Taus puso las semillas de Eva en un frasco y las de Adán en otro. Las de Eva crearon insectos. Las de Adán, dos hijos. Ellos se creen descendientes directos de Adán, pero no de Eva. Es por eso que uno no puede convertirse a su religión. Yazidí se nace, no se hace.
Templo yazidí en Lalish.
Templo yazidí en Lalish.
Templo yazidí en Lalish.
Templo yazidí en Lalish.
Un orificio se dirige al cielo mientras que el otro al infierno.
Templo yazidí en Lalish.
Del millón de yazidíes (aunque, posiblemente, no lleguen a esta cifra) que están esparcidos alrededor del mundo, tres mil aún están en cautiverio. No hay rastros de ellos. Más de cuatrocientos mil están viviendo en campos de refugiados, atrapados en una situación que roza la cárcel y sin miras a un futuro. Viven sobreviviendo. Alejados, con el miedo de regresar a sus hogares. Con el peligro inminente del final de su legado.