La finitud del viajero
El verdadero viajero (y no me refiero a la geografía) tiene la consciencia de la finitud muy desarrollada. Una ve de forma nítida cuando el instante se rompe, inexorablemente, como el universo, y se va.
Y aunque todo contenga esta condición, es como si determinados momentos se rompiesen más que otros. Instantes que se hacen mil pedazos, como los pasos de él cuando se iba, y yo veía su figura achicarse, hasta desaparecer.
Esos momentos, que se visten de luto, primero se hacen difusos, como fuera de foco, se borran y no. Van a parar a la consciencia de otra razón, que pronto aparecerá con otros pasos. Sin embargo, él se iba. Mi mirada intentó alargar esa agonía. Como si con mi vista yo pudiera prolongar lo inevitable para que así pudiera vivir un poco más. Y lo atrapé, disparé la cámara. Lo hice eterno.
Cada vez que veo su silueta, la que se refleja: la sombra, me revive sentimientos y entonces existe, y al fin somos, por un rato más.